viernes, 3 de febrero de 2012

Nº 3: Alborada.

Introducción: La Invención de Alan.

Es la hora del escrito número 3 en el proyecto de Versos Endebles. Es un poema que al releerlo siento como si lo hubiese escrito en otra vida. En otra vida, en otro siglo y en otras noches. Noches de infinita soledad. Madrugadas de desasosiego y tempestades del alma, si es que tal cosa existe. Amaneceres tormentosos que han quedado arrumbados en un altillo abandonado de la mente y que hoy vuelven a tomar luminiscencia a partir de unas líneas encontradas.
¿Fui yo en esa alborada?. ¿Fue aquel mi dolor?. ¿Quién me salvó del naufragio de mi propia percepción en esa madrugada eterna?. Tal vez como en la Invención de Morel creí interactuar, dialogar, amar, soñar futuros, y en realidad estuve solo. ¿Y si en realidad ni siquiera estuve?. Quizá ese amanecer y sus horas previas jamás sucedieron, y hasta es probable -pienso- que estos versos hayan sido escritos por otra persona, por alguien más que ya ni recuerdo.


Escrito Nº3: Alborada.

El vidrio te expande concéntrica,
en el aire incrédulo de anhelos,
hoy mi lengua no logra ser navaja,
para lacerarte, ni siquiera para defenderme.

En tu tristeza se desangran mis yemas,
Ya ha sucedido-pienso- y pueblan la cuadra,
los inmortales testigos del momento efímero.
Del momento.

Perpetuos espectadores del ciclo.

Pequeño, contradictorio en su presencia,
me oculto en los pasos abatidos
que aún permanecen en las salas,
y en los temores y alientos que retoñan
en las paredes rancias.
Se corrompe la noche en matices,
huyen las siluetas que me asediaban
y dulcemente, nuevamente,
tu palabra sacra indica que he sobrevivido,
tu tristeza, mis yemas, la navaja…


Alan de San Pedro




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