domingo, 19 de febrero de 2012

Nº 4: Sucia y Herida.

Introducción: Un momento de mi bandolera.

Conocedor de los movimientos de traslación y rotación de nuestro ecléctico y globalizado planeta debo decir que es muy poético cuando el sol se pone tras las cortinas de arboles al oeste de San Pedro. 
Habiéndome informado de los engaños que la física en general y la óptica en particular realizan a nuestros sentidos diré que me extasía el color rojo intenso que toma nuestro astro mayor antes de despedirse hasta el nuevo amanecer.
Siempre es un instante.
Esto inspira al Escrito N° 4. El tiempo que obsesionaba a Borges y a Sábato; la reencarnación, el eterno retorno,  paraísos o infiernos  que nos permitan continuar en el tiempo. Ese tiempo que nos fascina, que nos obsesiona a todos. 
Esa variable incontrolable que modifica al resto, que aleja dejando en el pasado amores, trabajos, pasiones, sueños rotos, melodías, pero también nos equilibra brindándonos, acercándonos nuevas experiencias y desafíos. Hasta que un día, en un instante quedamos estancados y dejamos de marchar.  Y mientras el tiempo continúa infinito, nos detenemos en un punto y solo nos queda una pequeña bandolera con un puñado de momentos incomparables, eternos.
 Mis amigas y amigos, éste es un momento de mi bandolera.


Escrito Nº 4: Sucia y Herida.


Llorando al pie del muro construido en el camino
sin saber qué hacer,
de rodillas, ojos al cielo, no sabes cómo es el juego,
y no podes mover…
Y tenés la certeza de que hoy la tristeza,
tu cabeza inundará,
el silencio se hace eterno cuando llega el invierno,
y solo queda tu soledad.

Y entonces no sabés quien sos...

Una realidad tan profunda, oculta,
que no deja salir.
Nodo del universo, todo evento, hecho,
conduce hacia aquí.
En el lado oscuro no hay algo seguro
ni siquiera la voz,
pidiendo clemencia, alegando inocencia,
para no volver hoy.

Y entonces no sabés quien sos…

La estrella de vida, sucia y herida,
cayó tras la línea,
y sentí alejarse de mí,
ese segundo en que el mundo pareció detenerse,
para hundirme en tus ojos de mar.

Alan de San Pedro.


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