viernes, 25 de enero de 2013

Escrito Nº 13: Setas.

Introducción: Kalhil.

Es cierto, "la vida no se detiene ni retrocede en el ayer" don Kalhil, pero no sabe usted cuánto me vibra el vientre...

Escrito Nº 13: Setas.

Kreya cuando tenía seis años escribió: Los peces se rinden  en ganar en el hielo. En el rincón de las montañas de tierra hay una jirafa. De lejos empieza a mirar a sus hermosos y beyesos hijos y la jirafa enseguida empieza a mirar los hermosos ojos de sus bebes y entonces los ojos empezaron a temblar. Entre el costado de los ojos, agua. Entre sus hermosos y beyesos ojos. Es porque están empezando a llorar.

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Tal vez haya sido su primera pasión. Esa que queda grabada a fuego,  la que enseña el cuidado que debemos tener con ella pues posee una condición dual: promete aceites suaves y reconfortantes para la  piel pero en general también proporciona irritaciones, heridas y sus correspondientes cicatrices. Encanto y desdicha.
Kieven. Sala de cinco. Cuatro años. Fascinación, y por qué no amor que relucía en la mirada. En las miradas. Varias veces sorprendí al pequeño, a escondidas en su habitación, realizando envoltorios de regalo para la damita con el mejor papel que encontraba. Conteniendo  algún lápiz labial o figurita que oportunamente había hurtado a su hermana mayor. También confeccionando rústicos dibujos, muchos de ellos de una parejita. Muchos de ellos de una parejita tomada de la mano bajo un árbol repleto de manzanas. Manzanas rojas con forma de corazón. Todos conocemos esa variedad de la fruta.
Debo decir que en la reuniones o fiestas del Jardín de Infantes, hasta me resultaba incomodo intercambiar saludos con la madre de la pequeña en cuestión. Mambos de adulto.  Mientras tanto, ellos disfrutaban  con bailes, canciones, trenes y ojitos cómplices.
En la cotidianeidad suele hacerse referencia a un cambio de rumbo diciendo que es un punto de inflexión, cuando en realidad aquellos que ocasionalmente hemos hurgado algún libro de matemáticas sabemos que éste es un cambio de rumbo a medias ya que es solo un cambio  de concavidad, pero lo cierto es que hubo un día clave, y más que un punto de inflexión fue el momento en el que se atravesó el eje de simetría de la parábola. Cesaron los bailes, los regalos, los envoltorios, y las miradas. La magia se rompió.
 Pragmáticamente resiliente escribió su réquiem para el primer amor en silencio, con la mirada hacia un rincón.
Es desesperante ver triste a un hijo. Esperé la oportunidad de estar a solas con él y me acerqué, intentando ser referente de contención y fortaleza, y acudiendo a un guiño de  complicidad de género le pregunté por lo sucedido. Levantó su rostro tan lentamente que me dolió el pecho, y señalando con sus ojos una cicatriz hecha por un rasguño en la parte interna del antebrazo izquierdo, me respondió: - Ella me lastimó.

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Se acerca el 21 de diciembre de 2012, fecha clave según algunos interpretes de símbolos tallados  oportunamente por los  Mayas, quienes cuidadosamente han dejado ese legado a la civilización actual sabiendo que los apocalípticos del siglo 21 ayudados por la radio, la televisión y las nuevas tecnologías invadirían nuestras mentes generando una socio-psicosis medio en chanza, medio en serio sobre el inminente final de la civilización, explosión del planeta, cambio de paradigmas, arribo de extraterrestres,  inicio de una nueva etapa o lo que ocurriese primero.  La posibilidad de un cataclismo es real.
Mi pequeña mira televisión en  otro ambiente de la casa mientras yo, sumergido en la computadora, a pesar del inminente fin de la vida sobre la tierra, intento refaccionar y finalizar algunos escritos  inconclusos que superan ampliamente en número a los que he concluido. Tarea difícil cuando en vez de apretar las teclas comienzo a surfear en asociaciones libres que relacionan un pensamiento con otro o con algún recuerdo desde el cual salto a otra ola de razonamientos y luego a otro recuerdo que nuevamente me trasporta a alguna lectura, y de esta manera llego a un punto desde el que es imposible trazar el camino inverso, de retorno y por lo tanto establecer el punto de partida. Y así siguen ganando los inconclusos. Causalmente, inmerso en estas interminables asociaciones,  recordé que alguna vez en psicología leí que cuando nuestros padres mueren significa un duelo doble, pues además de la pérdida del ser querido es una aceptación del acercamiento a la muerte propia. Para graficar, vamos por la vida como en una cinta transportadora papando moscas hasta que nos damos cuenta que el que estaba más adelante ha llegado al final y ha caído, lo que significa que no lo veremos mas pero también que indefectiblemente nosotros vamos a caer y ya no hay nada que se anteponga. Fueron nuestros abuelos, serán nuestros padres y luego nosotros. Qué cosa la muerte, pienso.
Wayra, con sus explosivos ocho años, irrumpe con los ojos desorbitados  en mi habitación y en mi pensamiento y dice: - Papá, ¿sabías que todos vamos a morir?..
Silencio.


Alan de San Pedro.





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